Como sino de nuestro tiempo los empresarios y profesionales vamos de evento en evento con el corazón encogido por la oportunidad perdida, ya que si estamos en este sarao, seguro nos estamos perdiendo otro que podría ser más interesante. Y claro está, luego todos tenemos esa cuasi obsesión con mejorar nuestra productividad.

Seguro que has escuchado hablar del FOMO, Fear Of missing Arts Out. Además de que el miedo a perdernos algo eleva nuestros niveles de estrés, nos impide disfrutar como deberíamos de las actividades que llevamos acabo. Es más, esta dependencia de la sobre actividad improvisada tiene consecuencias muy graves en nuestro éxito personal y profesional. Puede ser uno de los mayores ladrones de éxito.

El JOMO y la Productividad

Pero no quiero enfocarme en lo malo que es no tener la capacidad de librarse del FOMO. Me gustaría centrarme en lo que sí podemos hacer de forma positiva para mejorar nuestra productividad en la empresa. Y por eso me gustaría que pensaras en el principio JOMO. Joy Of Missing Out. Traducido en español significa el gozo de perderte algo. ¿En qué consiste el principio? Cuando nos perdemos deliberadamente un evento o una reunión que es irrelevante o inconveniente, generamos una sensación muy positiva al sentirnos dueños de nuestro tiempo, al comprombar que estamos siendo buenos guardianes de nuestros objetivos y de nuestra vida.

La productividad depende de nuestra capacidad de llevar a cabo primero aquellas cosas que nos acercan a nuestros objetivos. De hacer antes que cualquier otra cosa ese 20% de tareas que nos genera el 80 % de los resultados. Y cuando no tenemos nada pensado, cualquier resultado nos sirve, o quizá tampoco.

La Productividad es 100% Inteligencia Emocional

Cuando una persona tiene dificultades para planificar, o para seguir su propia planificación, el problema es de inteligencia emocional. No es que nos falte tiempo. Tienes el mismo tiempo que Elon Musk o Bill Gates. Lo que no hacemos es regular nuestras emociones para permitirnos decir que no cuando sabemos que deberíamos. ¿Dónde está el equilibrio?

El equilibrio y el ser productivo

Me imagino que te consideras una persona equilibrada, ¿no? Seguramente asociamos el equilibrio con la capacidad de controlar lo que ocurre a nuestro alrededor. Pero si todo está controlado todo el tiempo, no nos moveríamos del sitio. Viviríamos permanentemente en nuestra zona de confort, y raras veces conseguiríamos nuevos aprendizajes. Para avanzar necesitamos enfocarnos en nuestro objetivo, y actuar en contra ciclo, empujar hacia adelante.

Si te encuentras en un momento de agobio máximo en el que los demás te gestionan a ti en vez de tú gestionar el tiempo, probablemente te tocará parar para identificar cómo mejorar tu productividad. Si en cambio te encuentras en un momento muy tranquilo con una estabilidad tal que no hay ningún reto en el horizonte, te tocará actuar en dirección contraria; explorar nuevas oportunidades para que no te veas sorprendido por cambios externos o sucesos imprevistos.

Somos y hacemos aquello en lo que nos enfocamos

La clave está en el foco. Donde ponemos nuestra energía, nuestra atención, nuestros recursos. Y seguro que eres una persona con una gran inteligencia emocional, probablemente con mucha experiencia en gestionar tu foco de atención. Pero incluso aunque tú seas la persona más productiva del mundo, seguro que te obsesiona hasta cierto punto el contribuir a que tu equipo mejore su productividad.

Podríamos decir que el principio JOMO, nos lleva a desarrollar un proceso mediante el cual disfrutamos de descartar ocupaciones y actividades que en un momento determinado nos alejarían de nuestros objetivos a largo plazo, y de nuestras necesidades a corto plazo. Ojo que no me refiero a nuestros deseos. Es muy posible que una ocupación o una actividad nos resulte lo más atractivo del mundo en este momento, y que aún así, vaya totalmente en contra de nuestros intereses. Y no está inteligencia emocional se va al garete en el momento en el que sucumbimos a la tentación de ignorar lo que nuestra mente nos dicta. ¿En qué consiste este proceso?

Enfócate en lo que es de verdad importante para ser productivo

Nos convertimos en aquello en lo que nos enfocamos. Image by Daniel Kirsch from Pixabay

El dicho dice que ir pa’ná es tontería. No nos gusta sentirnos improductivos.Nos hace sentir que perdemos valor, que nos falta inteligencia si utilizamos el tiempo de una manera que no nos hace más felices porque nos perjudica.

Cuando hablamos con gente de cierta edad, que tiene muchas décadas de experiencia a las espaldas, nos dicen que se arrepienten de no haber hecho cosas que eran importantes. Y a menudo son cosas que tienen que ver con personas con las que no pasaron tiempo suficiente. Relaciones que echaron a perder por no darles prioridad.

Besos y abrazos que no se dieron y despedidas que no llegaron a celebrarse nunca. Sin necesidad de preguntarles, te dicen que se arrepienten de no haber hecho esas cosas porque en aquel momento su brújula estaba estropeada. Dieron atención a cosas que en realidad no eran importantes en absoluto. En aquel momento lo parecían, y por eso se dejaron engañar. Con el paso de los años y la sabiduría que ofrece conocer el resultado del partido, ahora te miran con las cejas levemente hacia arriba y un tono melancólico, y te dicen: ‘nunca te olvides de las personas y las cosas que realmente importan.» Así se empieza a mejorar la productividad.

Define tu verdadero propósito personal y empresarial

¿Cuando fue la última vez que te paraste a pensar en los factores que determinan cómo tomas decisiones? Hay empresarios que siguen a la masa. Van dónde van los demás. No seleccionan sus actividades racionalizando dónde se encuentran sus prescriptores naturales. No llevan una agenda preparada, y disparan a todo lo que se mueve. Y probablemente hace mucho tiempo que no se preguntan ‘cuál es mi para qué. Cuál es mi propósito.’

Has escuchado 1 millón de veces hablar de tus valores nucleares, los principios y valores que marcan quién eres, qué buscas, y como lo buscas. Seguro que has definido en algún momento tu visión personal y empresarial, y tu misión. En algún momento tuviste clarísimo donde quieres llegar y de qué forma.

Si no lo has hecho en las últimas semanas, haz el ejercicio por favor. Coge tu teléfono, abre la app de notas, y empieza escribir por qué haces las cosas que haces. Por qué trabajas en la industria en la que estás.Porque montaste ese proyecto. No pares hasta que no tengas 20 o 30 frases.

Seguramente cuando escribas esas 20 o 30 frases te das cuenta de que hay una serie de palabras o de ideas, que sean recurrentes y por lo tanto forman un patrón. Ese patrón te va ayudar a ver cuál es tu misión natural. Que es aquello que haces que tú percibes como algo que aporta valor a los demás, y como intentas hacerlo de una manera que te es propia y te satisface. Si defines tus valores, tu visión (qué quieres conseguir y para cuando), y tu misión, tendrás más claro que antes cuál es tu propósito.Y el mundo entero cede el paso a quien tienes un propósito claro

Ponte metas y límites saludables para mejorar tu productividad

Si no hay metas claras, serás esclavo de las notificaciones de tu móvil. Las estaciones son tantas y tan intensas que nos estamos convirtiendo en hacedores de tareas, en lugar de en personas productivas que dominan el arte de gestionar su tiempo. Fijarse una meta con claridad por escrito, y detallar qué conjunto de acciones se han de dar para conseguir esa meta es una de las formas más potentes de asegurarse el éxito y mejorar la productividad.

Igual que la muralla de un castillo evitaba que sus habitantes fueran invadidos, poner límites a las distracciones evita que se nos moleste y se nos impida llevar a cabo aquellas actividades que sean clave para que nuestra vida fluya en la dirección que necesitamos. Aunque suene absurdo, cuanto más firmes seamos en esos límites, mayor será el aumento de nuestra productividad y la sensación de libertad y tranquilidad.

Respetar tu lista de prioridades es respetar tu productividad

Lo que realmente nos paraliza es la sensación de no saber por dónde empezar. Ver una lista interminable de cosas, ya sean una lista de tareas por escrito, o peor aún, ser consciente de muchas de esas tareas y tener la sensación de que alguna se nos va a escapar. Podemos elegir la forma que quedamos para definir las tareas que tenemos que hacer y la prioridad que tiene cada una.

La clave está en que respetemos esa lista de prioridades. No sé si te pasa, pero la tendencia natural para mí es hacer aquello que es más rápido y más fácil antes que cualquier otra cosa. Y eso supone que si no nos marcamos límites, vamos a dejar la tarea más fea o más engorrosa para el día siguiente. Eso no tiene mucho sentido si queremos mejorar nuestra productividad.

Hoy nos sentiremos desbordados y enfadados con nosotros mismos por no haber establecido límites y no haber terminado todo aquello que queríamos haber llevado a cabo. Y mañana nos sentiremos des motivados al arrancar nuestro día, porque habremos reservado tareas de mayor complejidad.

Si te sirve la propuesta, ahí va. Hagamos primero lo que es muy urgente y muy importante. Aunque sea una tarea de envergadura. Vamos a darle el beso al sapo lo más pronto en el día posible. Con un poquito de suerte se convertirá en príncipe o princesa. Y segundo en cualquier caso, se convertirá en una tarea finalizada o en vías de finalizarse.

Cuando terminemos con nuestras tareas prioritarias, las urgentes e importantes, podemos continuar con las tareas importantes pero que no tienen urgencia. Y aquí es donde tenemos la mayor oportunidad para mejorar nuestra productividad.Cuanto más tiempo dedicamos a cosas importantes que no son urgentes, más estamos engordando nuestra cuenta en el banco del tiempo.

Podemos prevenir qué tareas que hoy no necesitan de nuestra atención se conviertan en urgentes por no haberles dado ninguna atención. Y cuando está hecho lo urgente y lo importante, entonces podemos dedicarnos a otras cosas, como por ejemplo delegar todo aquello que no es importante ni urgente si es posible.

Cuidar tu productividad es cuidar de tus hábitos

Somos animales de costumbres, ¿no? Cuando hemos hecho de una conducta un hábito, y este hábito nos supone una gratificación, no es difícil hacer las cosas. En cambio si no hemos desarrollado ese hábito llevar a cabo esa misma acción se convierte en algo tedioso, incluso agotador.

Crear el hábito supone que ya no tenemos que hacer un sobre esfuerzo mental, que ya podemos poner en piloto automático la consecución de esa tarea, con un mínimo desgaste. Por eso podemos empezar por definir: ¿Para que quiero crear un nuevo hábito? ¿Qué quiero conseguir?

Cuando hemos definido el hábito y para que queremos desarrollarlo, podemos pensar en todo aquello que puede inducirnos a ese hábito: el sitio, la temperatura, la ropa que vestimos, cómo nos sentimos, y las acciones que nos predispone a continuar ese hábito.

A continuación tenemos que pensar en cuál es la excusa o conjunto de excusas que en un momento dado podrían llevarnos a autosabotearnos en ese hábito. «Estoy agotado.Es muy tarde.No sé qué ponerme.No me apetece. No voy a ir yo solo. Va a ser aburrido. No conozco a nadie.No sé cómo hacerlo.»

Cuando ya hemos preparado la respuesta a esa objeción o auto sabotaje que sabemos que probablemente nos vamos a plantear, es más fácil que podamos vencer ese obstáculo y llevar a cabo la siguiente acción que desencadena ese hábito positivo.

Y podemos utilizar el principio Tresserres: registra, recompensa, y redirige.Si llevamos el registro o medimos algo, es más fácil de mejorar. Por ejemplo, si sales a correr, registra cuántos pasos has dado o cuántos kilómetros, o cuantos minutos.Si estás aprendiendo idioma, registra cuantas palabras aprendido, cuantas expresiones, cuantas nuevas frases.

La segunda R es de recompensa. Date un gustirrinín, ¿no?. Cada vez que actúes para continuar con el hábito, celébralo de una forma que te haga sentir bien y sea positiva en el largo plazo. Ya llegará el momento que te apetezca sin más.

Y la tercera R, redirige. Cuando pases por un bache y te saltes ese hábito positivo, vuelve a subirte a la bici, no te des por vencido y vuelve a invertir ese plus de esfuerzo para recuperar el hábito.

Concédete la oportunidad de poner a descansar tu mente

Estamos más conectados que nunca, ¿verdad?. Y además estamos conectados sin descanso. No hace falta que te enseñe ningún estudio médico que te ayude a ser consciente de que esa hiper conexión te agota mentalmente.

Seguro que sabes, y lo sientes por dentro, que para ser realmente productivo tienes que dejar que tu cerebro deambule sin prisa por donde quiera. Tu mente necesita vacaciones.Y recreos. Y cuando estás en Redes Sociales, o en Netflix, tu coco no está en pausa. Puede que la actividad te satisfaga y te genere bienestar, pero aún así estás consumiendo recursos.

Por eso si queremos mejorar nuestra productividad, es importante que te des permiso para poner tu mente en modo avión. Es posible que la sola idea de hacer esto tiene miedo. Sobre todo si eres un nativo digital. Pero esa desconexión mental te va a permitir regenerar tu capacidad mental, tu creatividad, y tu habilidad para concentrarte y resolver problemas.

Realmente puedes disfrutar de decir que no. Renunciar a hacer cosas que pueden saturarte, o directamente apartarte de tus objetivos, te dará una sensación muy agradable al sentir que no solamente no estás saboteando tu felicidad, sino que estás plenamente al volante y estás mejorando significativamente tu productividad.

Imagen de portada: Image by Rudy and Peter Skitterians from Pixabay